No es este el lugar para una consideración detenida en
pormenores sobre las múltiples implicaciones económicas, culturales, sociales y
políticas que se derivan de ese ciberespacio cuya navegación y conquista ha
hecho posible Internet. Las consecuencias que pueden derivarse de esa forma de
comunicación humana en soporte informático son imprevisibles y, a veces,
paradójicas. Puede darse la circunstancia de que el máximo desarrollo de la
comunicación tecnológica implique simultáneamente un empobrecimiento de las
formas de comunicación tradicionales. Suele aducirse, para corroborar esos
riesgos, la anécdota de un foro de "cibernautas" que concertaron un
encuentro personal para reforzar sus contactos iniciados a través de Internet.
La reunión fue un completo fracaso por las dificultades para establecer un
diálogo interpersonal; la comunicación sólo se hizo de nuevo fluida cuando cada
uno de los cibernautas la reemprendió desde su pantalla de ordenador.
No obstante, esta reflexión pecaría de un exceso de pesimismo
si no reconociese las posibilidades de una renovación de los valores cívicos
que puede promover Internet. En el área francófona se ha utilizado la expresión
"Netiquette ", es decir, "ética de la Net (red)", para
aludir a las reglas deontológicas que deben presidir la utilización de
Internet. Se trata de normas o programas éticos dirigidos a evitar las
conductas perturbadoras realizadas por los cibernautas y para prevenir cualquier
actividad que perjudique el normal funcionamiento de la red (Piette-Coudol y
Bertrand, 1997).
Las redes de telecomunicaciones pueden conducir a una nueva
ética "ciberespacial", que genere y estimule actitudes de conciencia
colectiva sobre el respeto de las libertades y de los bienes amenazados por una
utilización indebida del ciberespacio, y contribuir a la formación de vínculos
solidarios para la prevención de los crímenes informáticos y la ayuda a su
descubrimiento. La difusión capilar de las redes comunicativas puede conducir a
la producción de reglas jurídicas consuetudinarias sobre su uso, en las que la
dimensión coactiva de las normas basada en la autoridad de un poder
centralizado, deje paso a códigos de conducta cuya eficacia se base en la convicción
de los usuarios y en su responsabilidad solidaria (Colom y Van Bolhuis,1995;
Forester, y Morrison, 1990).
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